martes, 21 de octubre de 2008

El método hipotético-deductivo


Introducción
Las ciencias empíricas, experimentales o naturales son aquellas que estudian los fenómenos observables en la naturaleza. Se llaman experimentales porque parten de la experiencia y utilizan como criterio para aceptar sus tesis, la verificación experimental, su comprobación en la experiencia.
Experiencia se define por tanto, como todo objeto, hecho o fenómeno susceptible de ser observado o experimentado a través de la percepción sensible.
Tradicionalmente se las ha llamado ciencias inductivas, ya que partiendo de la experiencia, de la observación, pretenden alcanzar tesis o leyes que se puedan aplicar universalmente. Es problema de la inducción: cómo a partir de los datos observados se puede realizar una generalización universal. Al método inductivo, hoy día le llamamos método hipotético – deductivo. Su creador fue Galileo Galilei (1564 – 1642), y también William Whewell, (1794 – 1866), con grandes aportaciones y críticas de lógicos y teóricos de la ciencia de la actualidad.
Método hipotético-deductivo
Este método tiene las siguientes fases:
Observación.
Formulación de hipótesis.
Comprobación de la hipótesis
Formulación de la ley.
Expresión matemática de la ley.
El conjunto de leyes forma una teoría que se aplica de manera deductiva como los axiomas en las matemáticas
Observación
Es la primera fase, aquella en la que el científico pone su atención en el estudio de las características del fenómeno objeto de su investigación. Esta observación puede ser directa, es decir, según como se desarrolle el fenómeno en la naturaleza, o provocada en un laboratorio, esta segunda forma es la experimentación. La experimentación ofrece mayores ventajas que la mera contemplación del fenómeno en la naturaleza. En el laboratorio el fenómeno se puede repetir cuantas veces sea necesario y además se puede manipular. Esta primera fase de investigación es muy importante, ya que un fallo en la observación puede generar una teoría equivocada. Para ser fecunda, la observación ha de ser medida, es decir, cuantificada. El eminente investigador en Biología y Medicina Claude Bernard (1813 – 1878) señaló la importancia que tiene para el método experimental, la sistematización y matematización de los experimentos, se trata de una experiencia armada, es decir, una experiencia provocada y sistematizada mediante instrumentos cada vez más complejos (microscopio, telescopio etc.), que ayuden al proceso de medición y cuantificación de lo observado. Leonardo da Vinci afirmaba a este respecto: “Ninguna certeza hay allí donde no están las matemáticas o donde no se aplican”. De igual modo Galileo afirmaba que “el que quisiera leer en el libro de la Naturaleza tendría que conocer las matemáticas, pues dicho libro está escrito en lenguaje matemático”. También Descartes decía en Los Principios de Filosofía: “No acepto en Física principios que no sean también aceptados en matemáticas”.
La matematización de la ley sólo es posible en el caso de que la observación haya sido cuantificada.

Formulación de hipótesis
La hipótesis –tesis débil-, es una explicación provisional del fenómeno que cumple un doble papel.
Papel heurístico. La hipótesis sirve para dirigir la investigación permitiendo su avance.
Papel sistemático. La hipótesis organiza los hechos observados: Henri Poincaré (1854 – 1912) en su importante libro La ciencia y la hipótesis afirma: “La ciencia se hace con hechos, al modo como una casa se hace con piedras, pero una acumulación de hechos no es una ciencia, como una casa no es una acumulación de piedras…Los hechos no nos bastan, nos es necesaria la ciencia ordenada, organizada”.
Para organizar los hechos, toda hipótesis debe cumplir varias condiciones:
Tiene que ser sugerida por los hechos observados.
Tiene que ser coherente, es decir, no llevar a contradicciones
Tiene que ser verificable, susceptible de ser comprobada experimentalmente
Debe ser lo más sencilla posible. En igualdad de condiciones entre dos hipótesis se debe elegir la más sencilla. Este principio opera según la máxima de que la naturaleza obra de la manera más sencilla, así lo afirmaba Aristóteles; Guillermo de Occam un filósofo inglés del siglo XIV, lo llamó principio de economía metafísica, según el cual la naturaleza actúa con la mínima acción y el menor gasto de energía, de la manera más sencilla y rápida posible.
Comprobación de las hipótesis
Una vez formulada, la hipótesis ha de ser verificada. Esta verificación se realiza mediante los llamados métodos de Stuart Mill (1806 – 1876), que perfeccionan las antiguas tablas de Francis Bacon (1561 – 1626).
Estos métodos son tres:
Método de concordancias: Si A es causa de B, siempre que se dé A se dará B.
Método de diferencias: Si A es causa de B, al faltar A, tiene que faltar B.
Método de variaciones concomitantes: Si A es causa de B, al variar A, tiene que variar B.
La aplicación de estos métodos de Stuart Mill, se llama hoy día implicaciones contrastadoras, es decir predicciones de lo que sucederá si la hipótesis es exacta y correcta. Estas predicciones implicadas por la hipótesis, sirven para contrastarla o confirmarla.
Formulación de la ley
Una vez corroborada la hipótesis, se generaliza para todos los casos, pasa a la categoría de ley científica y como tal se formula. Una ley científica funciona como los axiomas en la matemática; a partir de la ley se deduce la teoría, como a partir de los axiomas se deducen los teoremas.

Matematización de la ley
Suele realizarse de manera deductiva como hizo Isaac Newton con las leyes de la mecánica celeste, aunque no siempre es posible; en ese caso hay que recurrir a otros métodos.
El conjunto de leyes forma una teoría que se aplica de manera deductiva como los axiomas en las matemáticas.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Los orígenes del ser humano


El Departamento de Extraescolares, el de Física y Química, y el de Filosofía han preparado para el jueves 9 de octubre del 2008 una visita a la Exposición: "Orígenes: 5 hitos de la evolución" para los alumnos de 1º de bachillerato del I. E S. La Vaguada.

La muestra reconstruye distintas etapas de la evolución humana y las formas de vida de los diferentes homíndos. El bipedismo, la fabricación de las herramientas, el dominio del fuego, la autoconciencia y el conocimiento abstracto son cinco factores transcendentales que cambiaron el curso de la evolución humana. La exposición Orígenes reconstruye distintas etapas de la evolución, las formas de vida de los diferentes homínidos de hace 10 millones de años, cuando el Dryopithecus poblaba las selvas húmedas de Europa, o de hace 35.000 años, cuando el Homo sapiens realizaba las pinturas rupestres en las cuevas. La exposición combina el rigor científico con una voluntad divulgativa: escenografías de tamaño natural, reproducciones realistas de individuos de las distintas especies, son algunos de los elementos museográficos que constituyen la muestra. La muestra, ha sido producida por la Obra Social “la Caixa” y comisariada por Luís Batista bajo la supervisíón de Eudald Carbonell.

lunes, 6 de octubre de 2008

Entrevista de Eduard Punset a Peter Atkins



En la emblemática Universidad de Oxford, se encuentra el prestigiosos físico–químico Peter Atkins. En su último libro “El dedo de Galileo” repasa los avances científicos más relevantes de todos los tiempos y las dificultades que debieron superar sus protagonistas


Eduard Punset: El anticuario Anton Francesco Gori, corrígeme si me equivoco, fue en 1737 al cementerio... ¿o a dónde?
Peter Atkins: Creo que era cuando movieron el cuerpo, en una época menos higiénica...
Eduard Punset: Es cuando movieron el cuerpo de Galileo...
Peter Atkins: Era una época menos higiénica...
Eduard Punset: Que le cortó el dedo medio, me imagino que con ira: ¿protestando de qué?
Peter Atkins: Creo que lo que quería era un recuerdo, un souvenir. Creo que en ese momento existía un culto hacia Galileo, y él simplemente quería tener un recuerdo. Es muy irónico que alguien que se opuso a la iglesia – como Galileo – acabe dando la única reliquia auténtica que existe.
Eduard Punset: Vamos a examinar a varios científicos que han sido tratados de forma injusta. Galileo, por supuesto, incluso cuando estaba vivo. Max Planck ...
Peter Atkins: Max Planck es un ejemplo de alguien que tenía dudas acerca de sí mismo, de manera que no sólo tenía que luchar con el mundo exterior y con otros científicos, sino también contra si mismo. Tenía que autoconvencerse de que no estaba equivocado. Se había educado en la física clásica, de la más clásica, y sin embargo tuvo que ir en contra de lo que él sabía, que era la esencia de la física clásica, diciendo que la energía no era como un río, sino como una colección de cubos de agua.
Eduard Punset: Quantums.
Peter Atkins: Sí, quantums de energía; y esto era tan ajeno a lo que él había estudiado, que le hizo dudar de sí mismo, y en realidad se pasó el resto de su vida intentando demostrar que estaba equivocado.
Eduard Punset: Es increíble; pero otra... --estoy pensando en aquellos otros a los que haces referencia en tu libro El Dedo de Galileo-- era Rosalin Franklin, y ella sí que tuvo que luchar contra sus jefes ¿no? Y de alguna manera le hicieron trampas.
Peter Atkins: Sí, esa era una época difícil, y nos gusta pensar que entonces eran diferentes a como somos ahora. Pero era una mujer en un entorno de hombres ...
Eduard Punset: El diseño cristalográfico – o imagen - de la molécula, que recuerda la de la doble hélice, en realidad fue su contribución.
Peter Atkins: Sí, sus datos fueron la contribución que hizo que Watson y Crick, en cuanto la vieron, supieran con certeza lo que tenían que hacer. Sabían que la molécula de ADN era una doble hélice, pero sin haber contado con esos datos se les podría haber criticado el estar haciendo un trabajo de pura intuición. Desde luego, buena parte de su trabajo era intuitivo, pero esto es cierto de buena parte del trabajo de los mejores científicos.
Eduard Punset: ¿sería injusto decir que la religión ha sido un obstáculo para el progreso científico o para el cambio de mentalidad necesario para ...?
Peter Atkins: Creo que lo único bueno que ha hecho la religión en la esfera intelectual fue al principio, en sus inicios, cuando animaba a tener un espíritu inquieto. Las respuestas que se ofrecieron, que todo era debido a un acto de un Dios aquí y de otro Dios allá, de las religiones primitivas, eran un signo de que la humanidad se estaba agrupando para poder entender el mundo que la rodeaba. Pero entonces, por supuesto, en sus manifestaciones posteriores y en la actualidad, las religiones son completamente ajenas a todo el progreso de la ciencia; porque los científicos estamos buscando explicaciones que podamos comprender, que sean de acceso público, mientras que las explicaciones religiosas son algo en relación a una aclaración que sucederá cuando se esté muerto. Nosotros los científicos buscamos explicaciones que sean claras antes de estar muertos.
Eduard Punset: Eres muy duro --bueno, muy preciso-- en tu..., yo no diría queja, sino reflexión sobre la religión. Te cito: “la religión discute los temas difíciles con guerras, terror y coerción, y construye una red de ideas en conflicto, que esconden la ignorancia bajo un manto de palabras grandilocuentes y vacías”. Es duro ¿eh?
Peter Atkins: Creo que capta perfectamente la esencia de la religión. No le quitaría ni una palabra a esto. Creo que la religión es una corrupción de la inteligencia. Y creo que, como se basa en la autoridad, no tiene ninguna base y se utiliza para coaccionar. Es privada, es interna y se entiende por el sentimiento. Y porque es irracional, es una base para que haya conflictos.
Eduard Punset: Creo que fue Newton quien dijo “me gustaría conocer los mecanismos por los cuales la percepción del mundo y del universo se transforma a sí misma en la gloria de los colores”. Probablemente estaba pensando en cómo demonios...
Peter Atkins: Es increíble... Quiero decir: esto es lo que la gente dice que se limita a hacer la ciencia: explicar las experiencias sensoriales, externas... pero creo que esto sencillamente, no es cierto. Hoy en día conocemos todos los pasos, desde el momento en que la luz llega a la retina hasta la propagación del impulso nervioso hasta el cerebro. Lo que sucede en el cerebro es un misterio, pero estamos empezando a conocerlo.
Eduard Punset: De manera que según tú podemos decir que nada está fuera del dominio de la ciencia, a excepción de una pregunta equivocada, o mal planteada, como por ejemplo: ¿hay algún motivo en el universo?
Peter Atkins: Eso es, son preguntas disparatadas, que están fuera de la ciencia.
Eduard Punset: ¿Por qué son preguntas disparatadas?
Peter Atkins: Porque son inventos, como si yo ahora dijera que hay 15 planetas y 15 lunas alrededor de Marte. ¿Por qué hay que decir esto? ¿Por qué hay que hacerle perder el tiempo a la gente diciendo esto e intentar que lo resuelvan? Es lo mismo que preguntar cuál es la razón del universo o del mundo, es un pregunta estúpida. A la gente le gusta tener una explicación, un motivo, porque éste motivo puede aliviar el dolor que se va recogiendo a lo largo de la vida, pero eso no quiere decir que realmente haya un motivo.
Eduard Punset: Es difícil ver alguna compatibilidad entre la ciencia y la religión. Pero, ¿y el método científico? Quiero decir: ¿es eterno como la iglesia?
Peter Atkins: Creo que está cambiando. Y sospecho que tiene que cambiar...
Eduard Punset: ¿Hay algo nuevo?
Peter Atkins: Sí, ahora lo explico. Creo que el cambio más importante en la forma... de la ciencia griega a la ciencia moderna, es el papel del experimento: todo tiene que haber estado testado con experiencias externas, bajo condiciones controladas. Es decir, el hacer experimentos que se puedan reproducir para ver si se consiguen los mismos resultados. Y para impulsar la teoría hacia adelante hay que buscar las predicciones de la teoría y comprobarla con experimentos. Y buscar las deficiencias, es decir cambiar la teoría si no concuerda, amoldarla para que se ajuste a los experimentos. Esto es lo que significa el dedo de Galileo, es un símbolo del cambio en la dirección del mundo, del mundo griego antiguo al mundo de la experimentación moderna. Es decir, en lugar de ir diciendo cómo debería ser el mundo, ir a descubrir cómo es en realidad. Pero estamos empezando a bordear una era de la ciencia en la que algunas de las ideas dejan de poderse experimentar, como son algunas de las ideas de cosmología o de la teoría de las cuerdas, ... o la estructura fundamental de la materia. Estamos empezando a salir, con mucho cuidado, del dominio de la comprobación por medio de experimentos, y pasamos a una región en la que podemos decir que al tener tanta seguridad en la base científica, podemos construir por ejemplo la parte superior de un puente, incluso sin poder hacer los experimentos. Estamos empezando a tener confianza y a cambiar la forma de hacer ciencia, aunque esto puede ser peligroso para la ciencia.
Eduard Punset: En cierta forma hay más resistencia a las ideas que a las personas, y estoy pensando por ejemplo en los átomos. No nos los creíamos en absoluto.
Peter Atkins: Bueno, tú y yo si que nos lo creemos, porque hemos nacido más tarde y hemos visto fotos de átomos. No nos hace falta dar el salto intelectual. El tema de que la materia no era atómica, y que los átomos sólo son un sistema para contar, para poder medir la materia, persistió hasta entrado el siglo XX, y la gente al principio del siglo XX no estaba convencida. Incluso hubo alguno, como Philip Boltzman– que basó todo su trabajo en el concepto de la materia atómica – y que sufrió una depresión porque nadie veía el simple hecho de que el mundo estaba construido de átomos.
Eduard Punset: ¿Se deprimió por eso?
Peter Atkins: Fue una de las cosas que contribuyó a que se suicidara, el que su trabajo no fuera aceptado en general por los científicos. Me imagino que ahora las personas aceptan los protones y los electrones aunque nunca los hayan visto, porque son un concepto que explica y expone tantas cosas, que la gente está preparada para aceptar su existencia real.
Eduard Punset: Peter Atkins... cuando mis colegas estaban mirando tu biblioteca han visto tantos libros escritos por Peter Atkins sobre química, escritos en tantos idiomas, que ....
Peter Atkins: Es más barato escribirlos que tener que comprarlos.
Eduard Punset:... que me han comentado si tenías una editorial. Y les he dicho que no, que eras un químico de fama mundial. En realidad, si hay alguien en este planeta que sabe sobre las substancias químicas y de cómo apareció la materia al principio, este eres tú. ¿Tienes alguna idea de cómo comenzó la materia?
Peter Atkins: Sí, existe esa magnifica frase, que dice:“la carne humana es polvo de estrellas”, que lo recoge exactamente. Sabemos que cuando se produjo el Big Bang, en el alumbramiento del universo, se formó el hidrógeno, y un poco de helio. Era un universo aburridísimo, en el que sólo había hidrógeno y helio. Cuando se condensó el hidrógeno en estrellas, y éstas se empezaron a calentar, se formaron nuevos átomos, en los que los átomos de helio y de hidrógeno podían colisionar y fundirse en un solo átomo más grande y producir nuevos elementos. Y entonces, cuando las estrellas explotaron y extendieron sus cenizas por el universo, éste se convirtió en suficientemente rico en elementos para poder tener el potencial de formar planetas, y las rocas de las que están formados los planetas tenían el potencial de formarnos a nosotros. Ésta creo que es una historia extraordinaria. Todos los átomos de hidrógeno de nuestro cuerpo se formaron en el Big Bang, de manera que somos realmente las cenizas del Big Bang. Pero los átomos de carbono, hidrógeno, oxígeno y hierro que hay en nuestro cuerpo son las cenizas de las estrellas que le siguieron, que explotaron y depositaron su preciosa carga por todos los sitios.
Eduard Punset: La preciosa tabla de elementos.
Peter Atkins: Sí. Y el saber que somos polvo de estrellas nos proporciona una perspectiva maravillosa del universo.
¿Quién es Peter Atkins?
Peter William Atkins (born August 10, 1940) is an English chemist and a fellow and professor of chemistry at Lincoln College at the University of Oxford. He is a prolific writer of popular chemistry textbooks, including Physical Chemistry, Inorganic Chemistry and Molecular Quantum Mechanics, three of the world's most popular chemistry textbooks. Atkins' Physical Chemistry which he now co-writes with Julio de Paula of Haverford College, is in its 8th edition. In addition, Atkins' Molecular Quantum Mechanics is in its 4th. Atkins is also the author of a number of popular science works, including Atkins' Molecules and Galileo's Finger: The Ten Great Ideas of Science

La ciencia: "hay que pensar"



Anécdota de Bohr

Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota: "Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo. Leí la pregunta del examen: "Demuestre como es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro". El estudiante había respondido: "lleve el barómetro a la azotea del edificio y átele una cuerda muy larga. Descuélguelo hasta la base del edificio, marque y mida. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio".Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente. Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota mas alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel. Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física. Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: coja el barómetro y láncelo al suelo desde la azotea del edificio, calcule el tiempo de caída con un cronómetro. Después aplique la formula altura = 0,5 A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio. En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta. Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio. Perfecto, le dije, ¿y de otra manera? Sí, contesto, este es un procedimiento muy básico: para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el numero de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el numero de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo. Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento mas sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro esta a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio. En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo de precisión. En fin, concluyó, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea coger el barómetro y golpear con el la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: -Señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo. En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar". El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922,más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.

domingo, 5 de octubre de 2008

Cuando lo traduzcan, ¿lo leemos?

Pienso, luego... ¡mosquis!
Las enseñanzas filosóficas implícitas en los personajes de Los Simpsons (JORDI SOLER- Barcelona - 16/08/2008 )

"En la Universidad de Berkeley, en California, se imparte un curso de filosofía fundamentado en la vida cotidiana de la familia Simpson. El maestro y sus alumnos van tomando nota, a lo largo de un semestre, de los actos y los diálogos que la tribu de Homer va desvelando semanalmente en la televisión; este conocimiento, aparentemente superfluo, les sirve para comprender, y luego aplicar, los engranajes del pensamiento filosófico. Matt Groening, artífice de esta familia dolorosamente arquetípica, sostiene: "Los Simpson es un programa que te recompensa si pones suficiente atención". Sus célebres episodios pueden entenderse en distintos niveles, divierten a niños, a adultos y a filósofos; tres datos sobre la inversión que lleva cada capítulo de esta serie dan una idea de su complejidad: 300 personas, que trabajan durante 8 meses, con un costo de 1,5 millones de dólares. La misma idea de convertir a la familia Simpson en materia de especulación filosófica es el tema de un curioso libro, The Simpsons and philosophy: the D'oh of Homer (ese D'oh se traduce en la versión española por "mosquis", la célebre interjección de Homer). Una nueva editorial, Blackie, lo publicará en España en invierno con el título de Los Simpson y la filosofía. En este volumen, un éxito de ventas en EE UU e Italia, 20 filósofos, de diversas universidades de Estados Unidos, ensayan sobre esta familia y su entorno en la desternillante ciudad de Springfield. El compilador de este proyecto de reflexión colectiva es William Irwin, profesor de filosofía del Kings College, en Pensilvania, con la participación de Mark T. Conrad y Aeon J. Skoble; Irwin es también autor de un célebre ensayo, en la misma línea de filosofía pop, titulado Seinfeld and philosophy (Seinfeld y la filosofía), donde, en un ejercicio a caballo entre la reflexión y la enajenación que produce mirar tantas horas la tele, desmonta filosóficamente la vida del solterón neoyorquino y el grupo de solterones que lo rodean.
Los Simpson y la filosofía comienza con un ensayo de Raja Halwani dedicado a rescatar, filosóficamente, lo que Homer tiene de admirable, y el punto de partida para esta empresa imposible es Aristóteles, ni más ni menos. "Los hombres fallan a la hora de discernir en la vida qué es el bien"; esta idea aristotélica consuena con esta idea homérica, de Homer Simpson: "Yo no puedo vivir esta vida de mierda que llevas tú. Lo quiero todo, las terroríficas partes bajas, las cimas mareantes, las partes cremosas de en medio". La interesantísima radiografía filosófica de Homer que hace Halwani viene salpicada con diálogos y situaciones que hacen ver al lector lo que ya había notado al ver Los Simpson en la televisión: que Homer, fuera de algunos momentos de intensa vitalidad, casi todos asociados con la cerveza Duff, no tiene nada de admirable. "Brindo por el alcohol, que es la causa y la solución de todos los problemas de la vida", dice Homer en un momento festivo, con una jarra de cerveza en la mano, y unos capítulos más tarde se sincera con Marge, su esposa: "Mira Marge, siento mucho no haber sido mejor esposo; estoy arrepentido del día en que intenté hacer salsa en la bañera y de la vez en que le puse cera al coche con tu vestido de novia... Digamos que te pido perdón por todo nuestro matrimonio hasta el día de hoy".
El libro se divide en cuatro grandes secciones: personajes, temas simpsonianos, la ética de los Simpson y los Simpson y los filósofos. El resultado, como suele suceder en los libros de varios autores, es desigual y ligeramente repetitivo; sin embargo, su lectura puede ser muy instructiva para los millones de forofos de esta serie que desde 1989 presenta una visión de la sociedad en dibujos que se parece bastante a la realidad de la familia occidental; en sus episodios, además de la lúcida disección que se hace del zoo humano, se tratan temas muy serios como la inmigración, los derechos de los homosexuales, la energía nuclear, la polución, y todo teñido de una sátira política que al final, como sucede casi siempre en los ambientes de Hollywood, resulta ser más demócrata que republicana.
Hace unos años, Matt Groening declaró que el gran subtexto de Los Simpson es éste: "La gente que está en el poder no siempre tiene en mente tu bienestar". La serie está basada en la desconfianza que siente el ciudadano común frente al poder, en todas sus manifestaciones, y en la necesidad que éste tiene de preservar a su familia que, por disfuncional que sea, termina siendo el último refugio posible. En los capítulos que se ocupan de los personajes de la serie, los filósofos autores de este libro aprovechan para revisar el antiintelectualismo yanqui a la luz de Lisa, o el silencio de Maggie a partir de esa idea de Wittgenstein que dice "los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo"; también hay una sesuda reflexión sobre Marge, esposa y madre, como referente moral de la familia Simpson, y del pueblo de Springfield; en uno de los episodios aparece este diálogo, debidamente consignado en el libro, entre Marge y el tabernero Moe:
Moe: "He perdido las ganas de vivir".
Marge: "Oh, eso es ridículo, Moe. Tienes muchas cosas por las que vivir".
Moe: "¿De verdad?, no es lo que me ha dicho el reverendo Lovejoy. Gracias Marge, eres buena".
Bart Simpson es analizado con óptica nietzscheana; Mark T. Conrad intenta armonizar la vida gamberra de este niño con el rechazo de Nietzsche a la moral tradicional. "Yo no lo hice. Nadie me ha visto hacerlo. No hay manera de que tú puedas probar nada", se defiende Bart en uno de los episodios, ignorando esta contundente línea de Nietzsche que lo justifica: "No existen los hechos, sólo las interpretaciones".
Además de Nietzsche y Aristóteles, Los Simpson y la filosofía echa mano de Kierkegaard, Camus, Sartre, Heidegger, Popper, Bergson, Husserl, Kant y Marx, y este último filósofo da sustancia al divertido capítulo Un (Karl, no Groucho) marxista en Springfield, donde James M. Wallace llega a la conclusión de que los Simpson son capitalistas y, simultáneamente, críticos marxistas de la sociedad capitalista. A la hora de desmontar filosóficamente a Homer, Raja Halwani llega a la conclusión de que el tipo de carácter que tiene este personaje, desde el punto de vista aristotélico, es el vicioso, su escaso autocontrol frente a la ira, la alegría, el sexo o la cerveza, sus mentiras y su cobardía histérica en las situaciones en que tendría que responder como jefe de la tribu, lo sitúan como la antítesis de la templanza. Esta línea, dicha por él mismo cuando peligraba su integridad física, describe bien al entrañable personaje: "¡Oh, Dios mío; criaturas del espacio! ¡No me coman, tengo esposa e hijos!; ¡cómanselos a ellos
!".

La filosofía y la ciencia versus la fe

miércoles, 1 de octubre de 2008

Filosofia

Tiene razón el chaval. Pa irse

La tarea de la filosofía: nos topamos con Kant


El campo de la filosofía (...) puede reducirse a las siguientes preguntas: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me está permitido esperar? ¿Qué es el hombre? A la primera pregunta responde la Metafísica; a la segunda, la Ética; a la tercera la Religión, y a la cuarta, la Antropología. Pero, en el fondo, se podría considerar todo ello como perteneciente a la Antropología, pues la tres primeras preguntas se refieren a la última” (Inmanuel Kant, Lógica)






Para leer


La "revolución copernicana" de Kant
En este conocido fragmento del prólogo de la 2ª edición de la "Crítica de la razón pura" se refiere Kant a la inversión, realizada por él en dicha obra, de las relaciones que hasta entonces habían mantenido el objeto y el sujeto en el conocimiento, inversión que compara con la revolución copernicana.

Prólogo de la 2ª edición de la "Crítica de la razón pura"

"La metafísica, conocimiento especulativo de la razón, completamente aislado, que se levanta enteramente por encima de lo que enseña la experiencia, con meros conceptos (no aplicándolos a la intuición, como hacen las matemáticas), donde, por tanto, la razón ha de ser discípula de sí misma, no ha tenido hasta ahora la suerte de poder tomar el camino seguro de la ciencia. Y ello a pesar de ser más antigua que todas las demás y de que seguiría existiendo aunque éstas desaparecieran totalmente en el abismo de una barbarie que lo aniquilara todo. Efectivamente, en la metafísica la razón se atasca continuamente, incluso cuando, hallándose frente a leyes que la experiencia más ordinaria confirma, ella se empeña en conocerlas a priori. Incontables veces hay que volver atrás en la metafísica, ya que se advierte que el camino no conduce a donde se quiere ir. Por lo que toca a la unanimidad de lo que sus partidarios afirman, está aún tan lejos de ser un hecho, que más bien es un campo de batalla realmente destinado, al parecer, a ejercitar las fuerzas propias en un combate donde ninguno de los contendientes ha logrado jamás conquistar el más pequeño terreno ni fundar sobre su victoria una posesión duradera. No hay, pues, duda de que su modo de proceder, ha consistido, hasta la fecha, en un mero andar a tientas y, lo que es peor, a base de simples conceptos.
¿A qué se debe entonces qué la metafísica no haya encontrado todavía el camino seguro de la ciencia? ¿Es acaso imposible? ¿Por qué, pues, la naturaleza ha castigado nuestra razón con el afán incansable de perseguir este camino como una de sus cuestiones más importantes? Más todavía: ¡qué pocos motivos tenemos para confiar en la razón si, ante uno de los campos más importantes de nuestro anhelo de saber, no sólo nos abandona, sino que nos entretiene con pretextos vanos y, al final, nos engaña! Quizá simplemente hemos errado dicho camino hasta hoy. Si es así ¿qué indicios nos harán esperar que, en una renovada búsqueda, seremos más afortunados que otros que nos precedieron?
Me parece que los ejemplos de la matemática y de la ciencia natural, las cuales se han convertido en lo que son ahora gracias a una revolución repentinamente producida, son lo suficientemente notables como para hacer reflexionar sobre el aspecto esencial de un cambio de método que tan buenos resultados ha proporcionado en ambas ciencias, así como también para imitarlas, al menos a título de ensayo, dentro de lo que permite su analogía, en cuanto conocimientos de razón, con la metafísica. Se ha supuesto hasta ahora que todo nuestro conocer debe regirse por los objetos. Sin embargo, todos los intentos realizados bajo tal supuesto con vistas a establecer a priori, mediante conceptos, algo sobre dichos objetos -algo que ampliara nuestro conocimiento- desembocaban en el fracaso. Intentemos, pues, por una vez, si no adelantaremos más en las tareas de la metafísica suponiendo que los objetos deben conformarse a nuestro conocimiento, cosa que concuerda ya mejor con la deseada posibilidad de un conocimiento a priori de dichos objetos, un conocimiento que pretende establecer algo sobre éstos antes de que nos sean dados. Ocurre aquí como con los primeros pensamientos de Copérnico. Este, viendo que no conseguía explicar los movimientos celestes si aceptaba que todo el ejército de estrellas giraba alrededor del espectador, probó si no obtendría mejores resultados haciendo girar al espectador y dejando las estrellas en reposo. En la metafísica se puede hacer el mismo ensayo, en lo que atañe a la intuición de los objetos. Si la intuición tuviera que regirse por la naturaleza de los objetos, no veo cómo podría conocerse algo a priori sobre esa naturaleza. Si, en cambio, es el objeto (en cuanto objeto de los sentidos) el que se rige por la naturaleza de nuestra facultad de intuición, puedo representarme fácilmente tal posibilidad. Ahora bien, como no puedo pararme en estas intuiciones, si se las quiere convertir en conocimientos, sino que debo referirlas a algo como objeto suyo y determinar éste mediante las mismas, puedo suponer una de estas dos cosas: o bien los conceptos por medio de los cuales efectúo esta determinación se rigen también por el objeto, y entonces me encuentro, una vez más, con el mismo embarazo sobre la manera de saber de él algo a priori; o bien supongo que los objetos o, lo que es lo mismo, la experiencia, única fuente de su conocimiento (en cuanto objetos dados), se rige por tales conceptos. En este segundo caso veo en seguida una explicación más fácil, dado que la misma experiencia constituye un tipo de conocimiento que requiere entendimiento y éste posee unas reglas que yo debo suponer en mí ya antes de que los objetos me sean dados, es decir, reglas a priori. Estas reglas se expresan en conceptos a priori a los que, por tanto, se conforman necesariamente todos los objetos de la experiencia y con los que deben concordar. Por lo que se refiere a los objetos que son meramente pensados por la razón -y, además, como necesarios-, pero que no pueden ser dados (al menos tal como la razón los piensa) en la experiencia, digamos que las tentativas para pensarlos (pues, desde luego, tiene que ser posible pensarlos) proporcionarán una magnífica piedra de toque de lo que consideramos el nuevo método del pensamiento, a saber, que sólo conocemos a priori de las cosas lo que nosotros mismos ponemos en ellas.(...)"

Según la versión de Pedro Ribas, "Crítica de la razón pura", Ediciones Alfaguara, Madrid, 1978.