martes, 21 de septiembre de 2010

lunes, 14 de junio de 2010

Han caído Platón y Russell!!!!!

Empezad a ponerme vuestros comentarios!!!! ¿qué tal?
¿Habéis pillao Platón?

jueves, 10 de junio de 2010

Cómo se hace un comentario de texto para las P.A.E.U.

La primera pregunta y la segunda son las siguientes: “Explique el sentido del texto" y "analice los términos subrayados.”  Explicar el sentido del texto es, en primer lugar, indicar el problema que se aborda en el mismo, y en segundo lugar, dar cuenta de por qué ese filósofo se plantea ese problema, y qué función desempeña ese problema o esa idea dentro de su filosofía. En una palabra: se trata de contextualizar el texto.

Para ello, proponemos cuatro pasos distintos, en los que iremos avanzando en círculos concéntricos desde lo más abstracto hasta lo más concreto:
1.Detectar el problema del que se trata.

2.Exponer brevemente la importancia del autor, y las preocupaciones fundamentales de su pensamiento.

3.Encuadrar la obra dentro de estas preocupaciones e intereses, señalando su significación dentro de la filosofía del autor

4.Por último situar el texto dentro de la obra.

Con esto, habríamos logrado, a grandes rasgos, explicar el sentido del texto, podríamos comenzar a “analizar los términos subrayados.” Esto no es únicamente definir tales términos, sino que implica ser capaz de perfilar bien su contenido, pudiendo comentar incluso, de modo ocasional, si algún término puede tener varios significados. No es necesario largar una disertación sobre cada término, pero tampoco basta con una escueta definición, que muchas veces no alcanza a expresar adecuadamente por qué el autor utiliza precisamente esos conceptos y no otros.



En la tercera pregunta , se trata de exponer un tema relacionado con el texto propuesto para comentar. Aquí se pueden dar pocos consejos. De todas formas, no se trata de aprenderse los autores de memoria, sino de comprenderlos. Por eso, siempre será de utilidad detenerse unos minutos antes de comenzar a escribir, y hacer un pequeño esquema en sucio con las 7, 8 o 10 ideas más importantes que queramos transmitir. Una vez fijadas estas ideas también resulta conveniente buscar relaciones entre las mismas, de modo que nuestra exposición esté ordenada y sea coherente. Emplear estos minutos en organizar todas nuestras ideas nos ayudará de un modo decisivo en su exposición. Piensa que para el corrector será mucho más sencillo si escribes de un modo ordenado, o incluso si antes de presentar tu tema, avanzas en un pequeño esquema todos los puntos que vas a tratar. Con ello, facilitas la tarea de corrección, y consigues que tu ejercicio “entre por los ojos” del que lo corrige, que se dará cuenta, además, de que eres capaz de estructurar tus conocimientos.



La cuarta pregunta es la comparación entre autores. En este punto, hay una sugerencia fundamental: escoge el autor de un modo adecuado. Seguro que a estas alturas te vas dando cuenta de que se pueden lanzar puentes entre todos los filósofos. Sin embargo, en algunos resulta más forzado que en otros, sobre todo por la temática de los textos que entran en las pruebas. Así es más fácil comparar a Tomás de Aquino con Guillermo de Ockham (haciendo referencias incluso a S. Agustín) que con Marx o con Ortega.



Se podrían hacer (siempre a modo de sugerencia) emparejamientos “naturales” que se corresponden con las distintas épocas de la historia: Aquí el consejo es muy parecido al que te dábamos en la pregunta anterior. Platón-Aristóteles, Tomás de Aquino-Aristoteles, Descartes-Hume, Kant-Marx, Nietzsche-Ortega (aunque este último “emparejamiento” sería mucho más discutible que los anteriores). Una vez elegido el autor con el que vamos a comparar, podemos retomar el consejo que dábamos en la anterior pregunta: busca 2 o 3 diferencias y 2 o 3 aspectos (si los hay) en los que se pueda decir que las filosofía de ambos convergen. Dedica, como antes, unos minutos, a hacer un pequeño esquema (se puede incluso a doble columna), y tómalo como referencia permanente para tu exposición. Como en la pregunta anterior, puedes incluir tu esquema dentro del comentario.
Cabría rematar el comentario (pero esto no es necesario ni aparece en las pruebas de acceso) con una brevísima conclusión sobre la importancia del pensamiento del autor, fijándonos en dos aspectos: la influencia que ha ejercido a lo largo de la historia de la filosofía, y la posible actualidad del autor, citando, si se conocen, autores actuales que traten de reivindicar su pensamiento.
Suerte, suerte y suerte

Glosario de términos filosóficos

http://www.boulesis.com/didactica/glosario/

domingo, 30 de mayo de 2010

Realización de Audiovisuales de La Vaguada

Vídeo realizado para el módulo CEA del ciclo de Realización de Audiovisuales y Espectáculos del IES La Vaguada de Zamora en el curso 2009 2010 por Borja Palomero, Carlos Pino y Oscar del Brío, sobre el efecto Kuleshov.

Vídeo realizado para el módulo CEA del ciclo de Realización de Audiovisuales y Espectáculos del IES La Vaguada de Zamora en el curso 2009 2010 por Jorge Martín, Iribe Peña y Noelia Panero sobre el efecto Kuleshov

lunes, 17 de mayo de 2010

Uno de los textos de Bertrand Russell para la P.A.E.U.

Actividades: Para BC2: Estudio sobre "La rebelión de las masas", Bibliografía de Ortega, Estudio sobre ¿Qué es filosofía?
Para BHS2 Comentario de texto sobre Bertand Russell
Para BT2 Biografía de Ortega


El valor de la filosofía
 
Habiendo llegado al final de nuestro breve resumen de los problemas de la filosofía,
bueno será considerar, para concluir, cuál es el valor de la filosofía y por qué debe ser
estudiada. Es tanto más necesario considerar esta cuestión, ante el hecho de que
muchos, bajo la influencia de la ciencia o de los negocios prácticos, se inclinan a
dudar que la filosofía sea algo más que una ocupación inocente, pero frívola e inútil,
con distinciones que se quiebran de puro sutiles y controversias sobre materias cuyo
conocimiento es imposible.
Esta opinión sobre la filosofía parece resultar, en parte, de una falsa
concepción de los fines de la vida, y en parte de una falsa concepción de la especie
de bienes que la filosofía se esfuerza en obtener. Las ciencias físicas, mediante sus
invenciones, son útiles a innumerables personas que las ignoran totalmente: así, el
estudio de las ciencias físicas no es sólo o principalmente recomendable por su efecto
sobre el que las estudia, sino más bien por su efecto sobre los hombres en general.
Esta utilidad no pertenece a la filosofía. Si el estudio de la filosofía tiene algún valor
para los que no se dedican a ella, es sólo un efecto indirecto, por sus efectos sobre
la vida de los que la estudian. Por consiguiente, en estos efectos hay que buscar
primordialmente el valor de la filosofía, si es que en efecto lo tiene.
Pero ante todo, si no queremos fracasar en nuestro empeño, debemos liberar
nuestro espíritu de los prejuicios de lo que se denomina equivocadamente «el hombre
práctico». El hombre «práctico», en el uso corriente de la palabra, es el que sólo
reconoce necesidades materiales, que comprende que el hombre necesita el alimento
del cuerpo, pero olvida la necesidad de procurar un alimento al espíritu. Si todos los
hombres vivieran bien, si la pobreza y la enfermedad hubiesen sido reducidas al
mínimo posible, quedaría todavía mucho que hacer para producir una sociedad
estimable; y aun en el mundo actual los bienes del espíritu son por lo menos tan
importantes como los del cuerpo. El valor de la filosofía debe hallarse exclusivamente
entre los bienes del espíritu, y sólo los que no son indiferentes a estos bienes pueden
llegar a la persuasión de que estudiar filosofía no es perder el tiempo.
La filosofía, como todos los demás estudios, aspira primordialmente al
conocimiento. El conocimiento a que aspira es aquella clase de conocimiento que nos
da la unidad y el sistema del cuerpo de las ciencias, y el que resulta del examen crítico
del fundamento de nuestras convicciones, prejuicios y creencias. Pero no se puede
sostener que la filosofía haya obtenido un éxito realmente grande en su intento de
proporcionar una respuesta concreta a estas cuestiones. Si preguntamos a un
matemático, a un mineralogista, a un historiador, o a cualquier otro hombre de ciencia,
qué conjunto de verdades concretas ha sido establecido por su ciencia, su respuesta
durará tanto tiempo como estemos dispuestos a escuchar. Pero si hacemos la misma
pregunta a un filósofo, y éste es sincero, tendrá que confesar que su estudio no ha
llegado a resultados positivos comparables a los de las otras ciencias. Verdad es que
esto se explica, en parte, por el hecho de que, desde el momento en que se hace
posible el conocimiento preciso sobre una materia cualquiera, esta materia deja de ser
denominada filosofía y se convierte en una ciencia separada. Todo el estudio del cielo,
que pertenece hoy a la astronomía, antiguamente era incluido en la filosofía; la gran
obra de Newton se denomina Principios matemáticos de la filosofía natural. De un
modo análogo, el estudio del espíritu humano, que era, todavía recientemente, una
parte de la filosofía, se ha separado actualmente de ella y se ha convertido en la
ciencia psicológica. Así, la incertidumbre de la filosofía es, en una gran medida, más
aparente que real; los problemas que son susceptibles de una respuesta precisa se
han colocado en las ciencias, mientras que sólo los que no la consienten actualmente
quedan formando el residuo que denominamos filosofía.
Sin embargo, esto es sólo una parte de la verdad en lo que se refiere a la
incertidumbre de la filosofía. Hay muchos problemas —y entre ellos los que tienen un
interés más profundo para nuestra vida espiritual— que, en los límites de lo que
podemos ver, permanecerán necesariamente insolubles para el intelecto humano,
salvo si su poder llega a ser de un orden totalmente diferente de lo que es hoy. ¿Tiene
el Universo una unidad de plan o designio, o es una fortuita conjunción de átomos?
¿Es la conciencia una parte del Universo que da la esperanza de un crecimiento
indefinido de la sabiduría, o es un accidente transitorio en un pequeño planeta en el
cual la vida acabará por hacerse imposible? ¿El bien y el mal son de alguna importancia
para el Universo, o solamente para el hombre? La filosofía plantea problemas de este
género, y los diversos filósofos contestan a ellos de diversas maneras. Pero parece
que, sea o no posible hallarles por otro lado una respuesta, las que propone la
filosofía no pueden ser demostradas como verdaderas. Sin embargo, por muy débil
que sea la esperanza de hallar una respuesta, es una parte de la tarea de la filosofía
continuar la consideración de estos problemas, haciéndonos conscientes de su
importancia, examinando todo lo que nos aproxima a ellos, y manteniendo vivo este
interés especulativo por el Universo, que nos expondríamos a matar si nos limitáramos
al conocimiento de lo que puede ser establecido mediante un conocimiento definitivo.
Verdad es que muchos filósofos han pretendido que la filosofía podía
establecer la verdad de determinadas respuestas sobre estos problemas
fundamentales. Han supuesto que lo más importante de las creencias religiosas podía
ser probado como verdadero mediante una demostración estricta. Para juzgar sobre
estas tentativas es necesario hacer un examen del conocimiento humano y formarse
una opinión sobre sus métodos y limitaciones. Sería imprudente pronunciarse
dogmáticamente sobre estas materias; pero si las investigaciones de nuestros
capítulos anteriores no nos han extraviado, nos vemos forzados a renunciar a la
esperanza de hallar una prueba filosófica de las creencias religiosas. Por lo tanto, no
podemos alegar como una prueba del valor de la filosofía una serie de respuestas a
estas cuestiones. Una vez más, el valor de la filosofía no puede depender de un
supuesto cuerpo de conocimientos seguros y precisos que puedan adquirir los que
la estudian.
De hecho, el valor de la filosofía debe ser buscado en una, larga medida en
su real incertidumbre. El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía, va por la vida
prisionero de los prejuicios que derivan del sentido común, de las creencias habituales
en su tiempo y en su país, y de las que se han desarrollado en su espíritu sin la
cooperación ni el consentimiento deliberado de su razón. Para este hombre el mundo
tiende a hácerse preciso, definido, obvio; los objetos habituales no le suscitan
problema alguno, y las posibilidades no familiares son desdeñosamente rechazadas.
Desde el momento en que empezamos a filosofar, hallamos, por el contrario, como
hemos visto en nuestros primeros capítulos, que aun los objetos más ordinarios
conducen a problemas a los cuales sólo podemos dar respuestas muy incompletas.
La filosofía, aunque incapaz de decirnos con certeza cuál es la verdadera respuesta a
las dudas que suscita, es capaz de sugerir diversas posibilidades que amplían
nuestros pensamientos y nos liberan de la tiranía de la costumbre. Así, el disminuir
nuestro sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son, aumenta en alto grado
nuestro conocimiento de lo que pueden ser; rechaza el dogmatismo algo arrogante de
los que no se han introducido jamás en la región de la duda liberadora y guarda vivaz
nuestro sentido de la admiración, presentando los objetos familiares en un aspecto no
familiar.
Aparte esta utilidad de mostrarnos posibilidades insospechadas, la filosofía
tiene un valor —tal vez su máximo valor— por la grandeza de los objetos que
contempla, y la liberación de los intereses mezquinos y personales que resultan de
aquella contemplación. La vida del hombre instintivo se halla encerrada en el círculo
de sus intereses privados: la familia y los amigos pueden incluirse en ella, pero el resto
del mundo no entra en consideración, salvo en lo que puede ayudar o entorpecer lo
que forma parte del círculo de los deseos instintivos. Esta vida tiene algo de febril y
limitada. En comparación con ella, la vida del filósofo es serena y libre. El mundo
privado, de los intereses instintivos, es pequeño en medio de un mundo grande y
poderoso que debe, tarde o temprano, arruinar nuestro mundo peculiar. Salvo si
ensanchamos de tal modo nuestros intereses que incluyamos en ellos el mundo
entero, permanecemos como una guarnición en una fortaleza sitiada, sabiendo que el
enemigo nos impide escapar y que la rendición final es inevitable. Este género de vida
no conoce la paz, sino una constante guerra entre la insistencia del deseo y la
importancia del querer. Si nuestra vida ha de ser grande y libre, debemos escapar, de
uno u otro modo, a esta prisión y a esta guerra.
Un modo de escapar a ello es la contemplación filosófica. La contemplación
filosófica, cuando sus perspectivas son muy amplias, no divide el Universo en dos
campos hostiles: los amigos y los enemigos, lo útil y lo adverso, lo bueno y lo malo;
contempla el todo de un modo imparcial. La contemplación filosófica, cuando es pura,
no intenta probar que el resto del Universo sea afín al hombre. Toda adquisición de
conocimiento es una ampliación del yo, pero esta ampliación es alcanzada cuando no
se busca directamente. Se adquiere cuando el deseo de conocer actúa por sí solo,
mediante un estudio en el cual no se desea previamente que los objetos tengan tal o
cual carácter, sino que el yo se adapta a los caracteres que halla en los objetos. Esta
ampliación del yo no se obtiene, cuando, partiendo del yo tal cual es, tratamos de
mostrar que el mundo es tan semejante a este yo, que su conocimiento es posible sin
necesidad de admitir nada que parezca serle ajeno. El deseo de probar esto es una
forma de la propia afirmación, y como toda forma de egoísmo, es un obstáculo para el
crecimiento del yo que se desea y del cual conoce el yo que es capaz. El egoísmo, en
la especulación filosófica como en todas partes, considera el mundo como un medio
para sus propios fines; así, cuida menos del mundo que del yo, y el yo pone límites
a la grandeza de sus propios bienes. En la contemplación, al contrario, partimos del no
yo, y mediante su grandeza son ensanchados los límites del yo; por el infinito del
Universo, el espíritu que lo contempla participa un poco del infinito.
Por esta razón, la grandeza del alma no es favorecida por esos filósofos que
asimilan el Universo al hombre. El conocimiento es una forma de la unión del yo con
el no yo; como a toda unión, el espíritu de dominación la altera y, por consiguiente,
toda tentativa de forzar el Universo a conformarse con lo que hallamos en nosotros
mismos. Es una tendencia filosófica muy extendida la que considera el hombre como
la medida de todas las cosas, la verdad hecha para el hombre, el espacio y el tiempo,
y los universales como propiedades del espíritu, y que, si hay algo que no ha sido
creado por el espíritu, es algo incognoscible y que no cuenta para nosotros. Esta
opinión, si son correctas nuestras anteriores discusiones, es falsa; pero además de ser
falsa, tiene por efecto privar a la contemplación filosófica de todo lo que le da valor
puesto que encadena la contemplación al yo. Lo que denomina conocimiento no es
una unión con el yo, sino una serie de prejuicios, hábitos y deseos que tejen un velo
impenetrable entre nosotros y el mundo exterior. El hombre que halla complacencia en
esta teoría del cono cimiento es como el que no abandona su círculo doméstico por
temor a que su palabra no sea ley.
La verdadera contemplación filosófica, por el contrario, halla su satisfacción
en toda ampliación del no yo, en todo lo que magnifica el objeto contemplado, y con
ello el sujeto que lo contempla. En la contemplación, todo lo personal o privado, todo
lo que depende del hábito, del interés propio o del deseo perturba el objeto, y, por
consiguiente, la unión que busca el intelecto. Al construir una barrera entre el sujeto
y el objeto, estas cosas personales y privadas llegan a ser una prisión para el
intelecto. El espíritu libre verá, como Dios lo pudiera ver, sin aquí ni ahora, sin
esperanza ni temor —fuera de las redes de las creencias habituales y de los prejuicios
tradicionales —serena, desapasionadamente, y sin otro deseo que el del
conocimiento, casi un conocimiento impersonal, tan puramente contemplativo como
sea posible alcanzarlo para el hombre. Por esta razón también, el intelecto libre
apreciará más el conocimiento abstracto y universal, en el cual no entran los
accidentes de la historia particular, que el conocimiento aportado por los sentidos, y
dependiente, como es forzoso en estos conocimientos, del punto de vista exclusivo
y personal, y de un cuerpo cuyos órganos de los sentidos deforman más que revelan.
El espíritu acostumbrado a la libertad y a la imparcialidad de la contemplación
filosófica, guardará algo de esta libertad y de esta imparcialidad en el mundo de la
acción y de la emoción. Considerará. sus proyectos y sus deseos como una parte de
un todo, con la ausencia de insistencia que resulta de ver que son fragmentos
infinitesimales en un mundo en el cual permanece indiferente a las acciones de los
hombres. La imparcialidad que en la contemplación es el puro deseo de la verdad, es
la misma cualidad del espíritu que en la acción se denomina justicia, y en la emoción
es este amor universal que puede ser dado a todos y no sólo a aquellos que juzgamos
útiles o admirables. Así, la contemplación no sólo amplia los objetos de nuestro
 pensamiento, sino también los objetos de nuestras acciones y afecciones; nos hace
ciudadanos del Universo, no sólo de una ciudad amurallada, en guerra con todo lo
demás. En esta ciudadanía del Universo consiste la verdadera libertad del hombre, y
su liberación del vasallaje de las esperanzas y los temores limitados.
Para resumir nuestro análisis sobre el valor de la filosofía: la filosofía debe ser
estudiada, no por las respuestas concretas a los problemas que plantea, puesto que,
por lo general, ninguna respuesta precisa puede ser conocida como verdadera, sino
más bien por el valor de los problemas mismos; porque estos problemas amplía
nuestra concepción de lo posible, enriquecen nuestra imaginación intelectual y
disminuyen la seguridad dogmática que cierra el espíritu a la investigación; pero, ante
todo, porque por la grandeza del Universo que la filosofía contempla, el espíritu se
hace a su vez grande, y llega a ser capaz de la unión con el Universo que constituye
su supremo bien.

domingo, 9 de mayo de 2010

La tetera de Russell


Tetera de Russell



La tetera de Russell es una analogía creada por el filósofo Bertrand Russell para refutar la idea de que le corresponde al escéptico desacreditar las afirmaciones infalsables de la religión. En un artículo titulado Is There a God? (del idioma inglés, "¿Hay un Dios?"), encargado (aunque nunca publicado) en 1952 por la revista Illustrated, Russell escribió lo siguiente:



"Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es demasiado pequeña como para ser vista aún por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un tiempo iluminado, o la del inquisidor en tiempos anteriores." Bertrand Russell

En su libro El capellán del diablo, Richard Dawkins desarrolló el concepto:



"La razón por la que la religión organizada merece hostilidad abierta es que, a diferencia de la creencia en la tetera de Russell, la religión es poderosa, influyente, exenta de impuestos y se la inculca sistemáticamente a niños que son demasiado pequeños como para defenderse. Nadie empuja a los niños a pasar sus años de formación memorizando libros locos sobre teteras. Las escuelas subvencionadas por el gobierno no excluyen a los niños cuyos padres prefieren teteras de forma equivocada. Los creyentes en las teteras no lapidan a los no creyentes en las teteras, a los apóstatas de las teteras y a los blasfemos de las teteras. Las madres no advierten a sus hijos en contra de casarse con infieles que creen en tres teteras en lugar de en una sola. La gente que echa primero la leche no da palos en las rodillas a los que echan primero el té."
Richard Dawkins

Actividades

Hagan una búsqueda por internet e incluyan en sus respectivos blogs un ensayo sobre la teoría del conocimiento de Bertrand Russell.

Bertrand Russell y los problemas de la filosofía





miércoles, 7 de abril de 2010

Luis García Trapiello

Los alumnos
tienen que verla
Era reticente
por las pocas imágenes
que había visto de la
película “Ágora” a través
de la televisión. Entramos
y nos acomodamos.
Mis miedos parecían
confirmarse. Era
más un peplum que una película
sobre una filósofa alejandrina. Pero
poco a poco fui descubriendo que no
era de eso de lo que quería hablar el
director sino del fanatismo religioso;
del ansia de imponer la irracionalidad
de una fe sobre la razón, de su
moral sobre la libertad; del dominio
del gesto y de la espada.
Me empezó a encandilar la
belleza de Hipatia, su escuela, su
pasión en la construcción de unas
hipótesis coherentes y más bellas
que las viejas tesis sobre las órbitas
de los astros celestes. Su insistencia
en tener la razón como fuente de
norma de vida y como medida de
las relaciones humanas. Fui evocando
lo que ya conocía y que en ese
momento Amenábar nos facilitaba
en imágenes. Así, poco a poco fui
transcendiendo la película para vernos
ahora.
Llegó la secuencia del obispo de
Alejandría en aquella primitiva iglesia.
Allí aparecen los patricios convertidos
y sin convertir, el poder
que ha hecho de la nueva religión
Estado y el pueblo llano convencido
con sus ascéticos apóstoles, guías de
la barbarie. Lectura de una carta de
San Pablo sobre la mujer. ¡Pobre
Hipatia! Mi mujer, que me conoce,
fue rápida. Observó el movimiento
de mi cuerpo, vio el gesto que se
iniciaba en mi cara y me soltó un
codazo. En medio del silencio que
envolvía aquella enfática perorata
iba a gritar ¡ese es Rouco!
Actividades sobre Nietzsche: Vida y obra.....al blog!!!!!!

domingo, 14 de marzo de 2010

"Genius" Chimp Outsmarts Tube

Al loro que este problema cae en la P.A.E.U.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Test del sentido moral de Marc Hauser (Universidad de Harvard)

Preparándonos para estudiar a D. Hume
Sobre el Moral Sense Test

Nada llama más la atención de los humanos que un dilema moral. Seamos o no aficionados a las telenovelas, no podemos evitar meter la nariz en los asuntos de los demás, pronunciándonos sobre lo que está bien o mal, lo que es permisivo o no, justificado o injustificado. Por centenares de años, los expertos han argumentado que nuestros juicios morales proceden de deliberaciones racionales, conscientes, voluntarias, y auto-reflexivas sobre lo que debe ser. Esta perspectiva ha aumentado la creencia de que nuestra psicología moral es una capacidad que se desarrolla lentamente, basada enteramente en la experiencia y la educación, y sometida a variaciones considerables a través de las distintas culturas. Salvo unos ejemplos triviales, lo que es aceptable en una cultura, no lo es en otra. Nosotros creemos que esta visión hiper-racional y culturalmente específica ya no es sostenible. El MST ha sido diseñado para mostrar el porqué y para ofrecer una alternativa. La mayoría de nuestras intuiciones morales son inconscientes, involuntarias, y universales, y se desarrollan en cada niño a pesar de no tener educación formal. Cuando los humanos, desde los hombres primitivos del Valle del Rift hasta los multimillonarios de Silicon Valley, generan intuiciones morales, éstas son decisiones instintivas que se toman sin saber porqué o cómo; Nosotros llamamos a esta capacidad, nuestra facultad moral. Nuestra meta es usar la información obtenida en el MST y en otras investigaciones para explicar qué es, como evolucionó, y cómo se desarolla en los humanos, creando individuos con responsibilidades morales y preocupaciones por el bienestar humano. El MST ha sido diseñado para todos los humanos que sienten curiosidad por esa enigmática expresión “debo”--- y sobre los principios que hacen a una acción correcta y a otra incorrecta, y porqué nos regocijamos de la primera y nos sentimos culpables de la segunda.
Como en cada opinión moderna, hay importantes antecedentes históricos. El origen de nuestra propia perspectiva se remonta al menos 300 años atrás al filósofo David Hume y más recientemente al filósofo político John Rawls. De modo diferente a estos visionarios pensadores, nosotros ahora podemos validar esas intuiciones con una importante evidencia científica. A lo largo de los últimos veinte años, ha ido creciendo la evidencia de una facultad moral universalmente compartida, basada en hallazgos de biología evolutiva, psicología cognitiva, antropología, economía, lingüística, y biología neurológica. Esta evidencia ha creado un poderoso movimiento dirigido a los aspectos centrales de la naturaleza humana. Es un movimiento que tiene la potencialidad de rehacer nuestras vidas descubriendo la estructura profunda de nuestras intuiciones morales y mostrándonos cómo éstas pueden apoyar u oponerse a nuestras decisiones conscientes , con frecuencia avaladas legalmente.


Puedes hacer el test pinchando aquí: http://moral.wjh.harvard.edu/


Actividades: Publiquen en sus blogs videos, textos, viñetas y todo aquellos que consideren pertinente para el estudio de Hume, Kant y Marx

jueves, 28 de enero de 2010

Yo también creo en Mr. Wilder

Dios es Berlanga

Si Dios existe. Art. 3. Cuestión 2ª, Suma teológica I




Cinco VíasArgumentos tomistas para la demostración de la existencia de Dios.
Dado que la creencia en la existencia de Dios es fundamental para la salvación, Dios la ha dado a conocer a todos los hombres en los textos sagrados y en la fe. Pero Santo Tomás fue optimista en cuanto a las capacidades de la razón humana y consideró que también podemos conocer la existencia de Dios con las fuerzas de la razón natural. Se llaman “Cinco Vías” a los cinco argumentos que expone en la “Suma Teológica” y que le permiten demostrar su existencia. Estas pruebas (o vías para llegar a su existencia) tienen antecedentes en otros filósofos, particularmente Aristóteles. A diferencia del argumento ontológico, que el propio Tomás de Aquino rechaza, las Vías comienzan por la observación de rasgos del mundo que se ofrecen en la experiencia (en este sentido se puede decir que son argumentaciones a posteriori). Dado que la fe afirma que Dios ha creado el mundo, es razonable suponer que en las criaturas podemos encontrar una huella o vestigio cuya correcta comprensión nos ayude a remontarnos a Él como causa.
El esquema común a las Cinco Vías es el siguiente:
1. PUNTO DE PARTIDA: un dato de experiencia, un rasgo que se puede observar en las cosas y que es distinto para cada Vía (movimiento, causalidad, existencia dependiente de otro ser, perfección, conducta final).


2. PRINCIPIO METAFÍSICO: en un segundo momento, Santo Tomás introduce un principio de índole filosófico o metafísico a partir del cual desarrolla la prueba (todo lo que se mueve se mueve por otro, nada de lo que experimentamos es causa de sí mismo, ...).


3. IMPOSIBILIDAD DE SERIES HASTA EL INFINITO: este momento es particularmente claro en la primera y segunda Vía, en donde se señala expresamente la imposibilidad de prolongar hasta el infinito la serie de motores y la serie de causas eficientes, siendo necesario detenerse en un término.


4. TÉRMINO: las Vías concluyen en la afirmación de la existencia de Dios y en cada caso atribuyéndole un rasgo característico (Dios como Primer Motor, como Primera Causa, como Ser Necesario, como Ser Perfectísimo, como Ser Ordenador). Los nombres dados a Dios en cada una de las Vías se fundamentan en la consideración de las cosas del mundo como efectos de su poder creador; pero esos efectos no son proporcionales a la causa (a Dios) dada la radical distancia que le separa de las criaturas; sin embargo, por cualquier efecto podemos deducir la existencia de la causa correspondiente, así por los efectos de Dios en la creación podemos demostrar su existencia, aún cuando no podamos tener un conocimiento exacto de cómo es Él en sí mismo.



Actividades: Biografía y bibliografía de Santo Tomás y Descartes

domingo, 3 de enero de 2010

El trabalenguas de San Anselmo

Argumento Ontológico
Prueba para la demostración de la existencia de Dios. Cree posible demostrar su existencia a partir de la comprensión de la idea de Dios, ya que ésta implica su existencia. El rasgo peculiar de este argumento está en que considera posible demostrar la existencia de Dios a partir de la mera comprensión intelectual del concepto de Dios (o de su esencia, según algunas versiones) y sin utilizar ningún dato del mundo, ninguna experiencia de la realidad. Se suele indicar que por ello este argumento es típicamente racionalista pues va de la mente o razón al mundo y no de la experiencia del mundo a Dios, de ahí que sea un argumento particularmente apreciado por los racionalistas (desde Descartes hasta Hegel) pero rechazado por todos aquellos filósofos que valoran más la experiencia sensible (desde Santo Tomás hasta Kant, quien precisamente dio este título a esta forma de argumentar). El argumento, tal y como lo defiende San Anselmo (1035-1109) en su obra “Proslogion”, se puede resumir del siguiente modo:
a) comienza definiendo a Dios como “el ser mayor que el cual nada puede pensarse” (con ello quiere indicar que pensamos a Dios como el ser más perfecto);b) el insensato –así llama este filósofo al que no cree en Dios– tiene en su espíritu la idea de Dios como el ser mayor que el cual nada puede pensarse, pues:
al oír el enunciado lo comprende,
todo lo que se comprende está en el espíritu;c) si ese objeto –Dios– existiese sólo en la inteligencia o espíritu, tal como afirma el insensato, no sería el ser mayor que el cual nada puede pensarse pues:
la existencia hace a algo mayor (premisa implícita),
el ser que existiese realmente, además de en el pensamiento, sería mayor que el ser meramente pensado;
d) si el insensato dice que Dios no existe, estaría diciendo que Dios –ser mayor que el cual nada puede pensarse– no es Dios, ya que aún podríamos pensar en otro ser que además de existir en la inteligencia existiese en la realidad, y ese sería mayor que el ser meramente pensado, y sería propiamente Dios. El ateo que niega la existencia de Dios piensa que el ser mayor que el cual nada puede pensarse no es el ser mayor que el cual nada puede pensarse, con lo cual cae en contradicción;e) conclusión: luego Dios existe.
A este argumento el monje Gaunilón objetó que de la misma forma deberían existir las islas Afortunadas, título con el que nos referimos a las tierras más hermosas y perfectas que se puede pensar; pues no serían las más hermosas y perfectas si no existieran, luego deben existir en la realidad además de en nuestra mente. San Anselmo respondió que esa definición sólo puede aplicarse a Dios porque sólo en Él se identifican esencia y existencia.

El argumento ontológico para la existencia de Dios. Vayamos empezando con San Anselmo de Canterbury